Título: Celos Científicos
Senku no era un hombre de emociones impulsivas. Su cerebro estaba programado para la lógica y la razón, pero ultimamente, algo dentro de él estaba funcionando de manera ilógica. Y ese "algo" se llamaba Kohaku.
Desde hace un tiempo, Senku había notado un molesto cosquilleo en su estómago cada vez que alguien se acercaba demasiado a ella. Gen, con sus constantes halagos y comentarios aduladores, Hyoga, con su misteriosa aura y su interacción más que cercana, y Tsukasa, con su porte de guerrero perfecto. Era exasperante.
Decidió que la solución más lógica era la más sencilla: ignorar a Kohaku.
Al principio, funcionó. Evitaba hablar con ella a menos que fuera estrictamente necesario, desviaba la mirada cuando ella se acercaba y se enfocaba en sus experimentos. Pero Kohaku, siendo quien era, no tardó en notar su actitud.
—Oye, ¿te pasa algo, Senku?— preguntó una tarde, cruzándose de brazos con el ceño fruncido.
—Nah, nada importante —respondía él con su tono indiferente.
Pero la gota que colmó el vaso llegó cuando vio a Tsukasa colocarle una mano en el hombro a Kohaku, mientras ella reía con despreocupación. Algo explotó dentro de Senku.
—¡Muy bien, basta!— exclamó en un arrebato inesperado.
Todos lo miraron, sorprendidos, pero él solo tenía ojos para Kohaku. Se acercó con pasos decididos, tomándola de la muñeca y arrastrándola lejos de los demás.
—Oye, Senku, ¿qué te pasa?— protestó ella.
—Lo que me pasa es que estoy harto de ver a todos pegándose a ti como imanes. ¡Me sacas de quicio, Kohaku! ¡Me gustas, maldita sea!
El silencio que siguió fue sepulcral. Kohaku parpadeó, procesando la confesión, y luego, una sonrisa traviesa curvó sus labios.
—Vaya, así que el gran Senku también pierde la cabeza, ¿eh?
Antes de que él pudiera replicar, Kohaku lo tomó por el cuello de su abrigo y lo besó con pasión. Senku, sorprendido al inicio, pronto respondió con la misma intensidad. Lo que empezó como un beso rápido se convirtió en algo más profundo. Y, bueno, digamos que la ciencia no fue la única exploración que realizaron esa noche.
A la mañana siguiente, cuando Senku y Kohaku regresaron al poblado con el cabello despeinado y una sospechosa expresión de complicidad, Gen los recibió con su característica sonrisa pícara.
—Vaya, vaya, parece que alguien tuvo una "noche de investigación intensa" —dijo con sorna.
Senku rodó los ojos, pero Kohaku simplemente soltó una carcajada, mientras Tsukasa y Hyoga los miraban con una mezcla de curiosidad y sospecha.
—Oh, cierra la boca, Gen. La ciencia requiere experimentación —replicó Senku con su habitual tono confiado, aunque un leve rubor lo delataba.
Kohaku, divertida, le dio un golpecito en el brazo.
—Admitelo, Senku. Al final, la lógica perdió contra las emociones.
Senku suspiró.
—Maldita sea... 10 mil años de ciencia y sigo sin encontrar una fórmula para resistirme a ti.
Kohaku sonrió antes de volver a besarlo, mientras Gen aplaudía como si estuviera viendo una obra de teatro.
Fin.
Título: Un corazón de ciencia y celos
Era un día cálido en la aldea de la ciencia, el aire fresco del verano rodeaba a todos mientras trabajaban. Senku Ishigami, con su característico cabello verde y mirada decidida, observaba con atención las máquinas que había construido para continuar avanzando la humanidad. Sin embargo, su mente no estaba completamente centrada en los inventos. Algo lo distraía, algo que, al principio, no podía admitir ni siquiera ante sí mismo.
Kohaku, la valiente y audaz guerrera, estaba cerca de él, pero no de la manera que él desearía. Siempre estaba rodeada de otras personas: Gen, con sus bromas y manipulaciones; Hyoga, aunque ahora estaba del lado de los buenos, solía acercarse a Kohaku con su mirada intimidante; Ryusui, el capitán con su exceso de confianza y risueño encanto; y, por supuesto, Tsukasa, quien, aunque a menudo en desacuerdo con los ideales de Senku, tenía una relación de respeto con Kohaku.
Senku no podía evitarlo. Cada vez que los veían juntos, algo dentro de él hervía. ¿Por qué todos los demás se rodeaban de Kohaku como si ella fuera una especie de joya rara? La rabia lo consumía lentamente. Nadie comprendía la importancia de Kohaku para él, nadie veía lo que él veía, aunque fuera tan obvio.
Durante los últimos días, Senku empezó a alejarse de Kohaku. Ignoraba sus bromas, sus preguntas sobre experimentos, incluso su risa que solía ser lo más hermoso para él. Se sumía más en su trabajo, pero una parte de su corazón se sentía vacío. La científica en él decía que debía controlar sus emociones, pero el hombre dentro de él deseaba poder gritarle a todos que Kohaku era suya, solo suya.
La gota que derramó el vaso ocurrió una tarde en la que Kohaku y Ryusui estaban conversando cerca del lago. Senku los observaba desde lejos mientras el capitán reía y le daba un toque juguetón en el hombro. Aquel gesto, aunque inocente, le pareció a Senku como una afrenta. Un fuego recorrió su cuerpo. Fue un malentendido, pero en ese momento Senku pensó que Kohaku le prestaba más atención a Ryusui que a él.
Cuando Kohaku se acercó para decirle algo sobre los avances de la ciencia, Senku no pudo más. La ignoró, apartándose de su camino con una frialdad que nunca había mostrado antes.
“Senku, ¿por qué me ignoran?” -preguntó ella, visiblemente confundida, su voz entrecortada por la sorpresa.
Senku apretó los dientes, su mente estaba llena de pensamientos contradictorios. Pero en ese momento, algo en él quebró. No podía más. Decidió que, por una vez, no iba a ser solo el científico frío e impasible.
— ¿Por qué?con una voz rotatoria ,—dijo con una voz rota, pero llena de intensidad—. Porque me molestó verte tan cerca de ellos. Me molesta que siempre estés con ellos, que les des más de tu tiempo que a mí... que nunca me mires de la misma manera en que me miras cuando estamos solos.
Kohaku frunció el ceño, pero al ver la sinceridad en los ojos de Senku, entendió. No era que él no le quisiera; Era que sus celos, aunque extraños para alguien tan racional como él, le estaban ganando.
— Senku, yo... no te he dado razones para pensar eso. Te he mirado siempre con los mismos ojos. Pero nunca supe que...
Senku, sonrojado, dio un paso adelante, sin poder callar más lo que sentía.
—Es que no puedo soportarlo, Kohaku. Eres más importante para mí de lo que cualquier fórmula o experimento podría ser. Siempre estoy aquí para ti, siempre, pero... no quiero ser invisible.
Kohaku, con una sonrisa, se acercó a él y lo abrazó.
—Tonto . No sabes lo mucho que te he querido siempre. No tienes que ser el científico perfecto para mí. Eres más que eso.
Senku la miró, con los ojos llenos de emoción. Y antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, Kohaku lo besó, con una pasión y determinación que él nunca había imaginado. Sus labios se encontraron con fuerza, como si el tiempo se hubiera detenido y todo lo que quedaba en el mundo era el uno para el otro.
El beso fue largo, profundo, pero lleno de la emoción que ambos guardaban por tanto tiempo. Luego, Kohaku sonó juguetonamente y dijo:
— ¿Sabes qué, Senku? Creo que podríamos hacer algo más que solo besar. ¿Te atreves a ser el hombre que soy capaz de... enseñar un poco sobre lo que son los sentimientos?
Senku, boquiabierto, intentó hablar, pero ella lo interrumpió con una mirada traviesa.
— ¡¿Qué?! No... no puedo... —murmuró él, totalmente desconcertado, pero con una sonrisa creciente.
Kohaku le dio un abrazo más fuerte y susurró en su oído:
— Te dije que no todo en la vida tiene que ser ciencia. A veces, los sentimientos son la fórmula secreta más poderosa.
Y con eso, ambos cayeron en una risa tonta y ligera, olvidando todo
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Era una tarde tranquila en el pueblo reconstruido por Senku y sus amigos. Mientras Senku estaba concentrado en su trabajo científico, calculando los componentes necesarios para su próximo experimento, Kohaku se acercó a él rápidamente.
—¡Senku! —dijo con entusiasmo—. ¡Hoy le enseñaré a Gen a cómo lanzar piedras grandes! ¡Quiero que vea lo impresionante que soy!
Senku levantó la vista rápidamente, pero no dijo nada, solo avanzando con una sonrisa forzada. Kohaku siempre tuvo esa energía inagotable que la llevaba a hacer todo tipo de cosas, y parecía que hoy Gen sería su nuevo "compañero de entrenamiento".
—Gen, ¿eh? —dijo Senku en voz baja, tratando de mantener la calma—. Bien. Que se diviertan.
Kohaku salió corriendo a buscar a Gen, y Senku volvió a sus experimentos. Sin embargo, no pudo evitar sentir una punzada de celos al pensar en la dinámica entre Kohaku y Gen. Desde que habían comenzado a pasar tanto tiempo juntos, parecían estar siempre conversando, riendo y, lo que más le molestaba, él se sentía como un observador lejano. Kohaku, tan activa y llena de energía, siempre encontré algo emocionante que hacer, y Gen parecía ser el compañero perfecto para todas esas actividades.
Un par de horas después, Senku salió al aire libre para tomar un descanso y encontró a Kohaku y Gen sentados juntos bajo un árbol, conversando animadamente mientras se reían de algo que Gen había dicho. Senku frunció el ceño al ver la escena. En sus ojos, todo eso parecía un poco… demasiado cercano.
—¿A qué juegan? —preguntó Senku, tratando de sonar indiferente pero sintiendo que su tono salía más frío de lo que pensaba.
Kohaku levantó la vista y sonriendo ampliamente al verlo.
—¡Senku! Gen me estaba contando unas historias divertidísimas sobre las ciudades antiguas. ¡Resulta que tiene unas anécdotas geniales de su vida antes del petrificado!
Gen se acomodó en su lugar, mirando a Senku con una expresión burlona.
—Oh, claro, Senku. Deberías haber estado aquí. Pero no, el genio de la ciencia tiene cosas más importantes que hacer que escuchar una buena historia, ¿verdad?
Senku no pudo evitar mirar a Gen con desdén, y el comentario de este no ayudó en lo más mínimo. ¿Desde cuándo Gen se sintió tan cómodo con Kohaku? ¿Y cómo era posible que a ella le gustara tanto escuchar esas historias tan... irrelevantes?
—Yo no necesito escuchar cuentos, Gen —respondió Senku, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado. La envidia se acumulaba dentro de él sin que pudiera evitarlo. Kohaku, tan alegre, tan viva, disfrutaba de la compañía de Gen… y él no podía evitar sentirse desplazado.
—Vamos, Senku. ¿No tienes tiempo para disfrutar un poco de las historias del pasado? —respondió Gen, esta vez de una manera más suave, pero con una sonrisa que a Senku le parecía sospechosa—. Un poco de relax nunca viene mal, ¿no?
,Senku no respondió. En lugar de eso, se dio media vuelta y comenzó a caminar de regreso a su laboratorio. Su cabeza daba vueltas, y no podía evitar pensar en lo mucho que Kohaku y Gen se entendían entre ellos. De alguna manera, Gen parecía tener siempre una palabra agradable, algo gracioso que decir. Kohaku reía con él, y Senku no podía evitar sentirse molesto. ¿Qué tenía Gen que él no tuviera? PensPensaba para sí mismo mientras avanzaba.
Esa noche, mientras el grupo se reunía alrededor de la fogata, Senku se sentó un poco apartado. Kohaku y Gen, naturalmente, estaban al lado del fuego, conversando entre risas y bromas. En un momento, Kohaku comenzó a contarle a Gen sobre una de sus aventuras de combate, mientras Senku observaba desde su lugar, sintiéndose como un extraño en su propia comunidad.
De repente, Senku no pudo más y soltó, en tono sarcástico:
—¡Qué gran conversación! Cuentos de luchas, bromas y... ¿adivinanzas de Gen? Debo decir que me siento increíblemente fascinado por todo esto.
Kohaku, sorprendida, lo miró con el ceño fruncido.
—Senku, ¿qué pasa? Estás actuando raro.
Senku, sin pensarlo mucho, se levantó de su lugar y caminó hacia ellos, lanzando una mirada fulminante a Gen, que se limitó a mirarlo con una sonrisa irónica.
—Nada —dijo Senku, tratando de sonar indiferente, pero claramente tenso—. Solo me pregunto por qué están pasando todo su tiempo juntos. Ya sabes, como si no tuvieras nada mejor que hacer que escuchar las historias de Gen.
Kohaku frunció el ceño, algo confundida, mientras Gen, percibiendo la tensión en el aire, decidió intervenir con una sonrisa burlona.
—¿Y qué, Senku? ¿Acaso te molesta que estemos compartiendo un buen momento? Si es por eso, entonces ven y cuéntanos alguna de tus historias sobre ciencia. Seguro que todos están ansiosos por escucharlas… si alguna vez salimos del siglo XXI.
Senku apretó los dientes, sus ojos brillando de irritación. No entendía por qué se sentía tan celoso. Gen había sido siempre alguien con quien podía llevarse bien, pero ahora, ver cómo se llevaba con Kohaku lo estaba haciendo sentirse fuera de lugar. Sentía una molestia interna que no podía quitarse, y mientras veía a Kohaku reírse con Gen, un sentimiento de inseguridad invadió su mente.
—Sabes qué? Olvídalo —dijo, girándose bruscamente—. Parece que tengo cosas más importantes que hacer que estar aquí con ustedes.
Kohaku se levantó rápidamente, pero Senku ya se alejaba. Gen observar la escena con una mirada cómplice y, mientras Kohaku regresaba a su lugar, le susurró:
—Parece que Senku tiene celos de mí.
Kohaku, sorprendida, se quedó en silencio un momento. ¿Senku? ¿Celoso? Fue una idea que no se le había ocurrido antes. Pero, al ver su actitud, no le quedó duda de que algo así estaba pasando. Sonrió para sí misma. Quizás Senku necesitaba una pequeña lección en cuanto a "sentimientos humanos".
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En el mundo reconstruido por la ciencia, Senku Ishigami se encontró una vez más trabajando con su equipo para avanzar en el renacimiento de la civilización. Sin embargo, había algo que le rondaba la mente últimamente, y no tenía nada que ver con ciencia ni con la reconstrucción de la humanidad.
Kohaku, la guerra incansable, había estado entrenando más intensamente que nunca. Sus habilidades físicas eran impresionantes, pero lo que más llamaba la atención de Senku era su determinación. Cada vez que Kohaku entrenaba, su concentración y fuerza lo dejaban sorprendido. Además, su energía inagotable lo mantenía a él ya todos los demás en alerta.
Pero algo extraño estaba ocurriendo. Senku, por alguna razón, no podía dejar de notar a Kohaku durante sus entrenamientos. No era solo su fuerza lo que le sorprendía, sino su presencia misma. Cada vez que ella entrenaba con esa intensidad, Senku sentía una extraña incomodidad que no lograba entender. Quizás se debía a que él siempre estaba enfocado en la ciencia y rara vez prestaba atención a esos detalles. Pero ahora, Kohaku ocupaba un espacio en sus pensamientos de una manera diferente.
Senku no era de mostrar sus emociones, pero los celos comenzaron a surgir. La situación comenzó cuando comenzó a ver a Kohaku pasar más tiempo con Hyoga y Tsukasa, quienes la animaban en sus entrenamientos. Él, que siempre se había mantenido al margen de las interacciones sociales más profundas, no pudo evitar sentirse algo incómodo al ver cómo ella se conectaba con los demás, incluso con esos dos. Sin quererlo, el celoso sentimiento se apoderó de él.
Decidido a entender qué pasaba, Senku trató de mantenerse cerca de Hyoga y Tsukasa, manteniendo una presencia constante durante los entrenamientos. Aunque su interés por la ciencia seguía siendo lo más importante para él, no podía evitar compararse con la atención que Kohaku parecía recibir de otros. Esto lo molestaba más de lo que quería admitir.
Una tarde, mientras el sol comenzaba a ponerse, Senku se acercó a Kohaku. Estaba claro que algo no iba bien. Kohaku, con su habitual sonrisa confiada, entrenaba mientras Senku la observaba en silencio.
— ¿Hay algo que quieras decirme, Senku? —preguntó Kohaku, notando la tensión en el aire.
Senku suspir, algo frustrado consigo mismo por no poder controlar lo que senta.
— ¿Cómo es que no puedes ver lo que está pasando? —respondió Senku, sin poder ocultar el tono de irritación en su voz—. Estás demasiado cerca de ellos. Y yo… yo no sé cómo manejarlo.
Kohaku lo miró con confusión, sin entender completamente lo que Senku quería decir.
— ¿Demasiado cerca de quién? —preguntó ella, sin darse cuenta de la raíz del problema.
Senku, molesto, dio un paso atrás.
— ¡No es nada! Solo… olvídalo. No puedo esperar que entiendas cómo me siento.
Kohaku se quedó en silencio por un momento, pensando en sus palabras. Senku, por primera vez, sintió una incomodidad al expresar sus emociones, algo que nunca había experimentado. Sin embargo, en su mente seguía girando la duda: ¿por qué le afectaba tanto la cercanía de Kohaku con otros?
Después de un rato, Kohaku dio un paso hacia él, sonriendo suavemente.
— Senku, entendiendo que a veces las cosas son complicadas, pero no necesitas preocuparte tanto. Lo que importa es que, a pesar de todo, seguimos luchando por lo mismo, ¿verdad?
Senku, algo desconcertado por la sensación de su respuesta, suspir.
—Tienes razón, como siempre. Pero no me hagas pensar en cosas complicadas ahora. Tenemos trabajo que hacer.
A pesar de la conversación, Senku no pudo evitar sentirse algo más tranquilo. Tal vez, al final, no era tan complicado. Y aunque sus sentimientos seguían siendo un misterio para él, sabía que con Kohaku a su lado, el futuro siempre sería más brillante.
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